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Madre... ¡Regálanos a tu Niño!

"Esta vez no tomes por cunita un establo frío y sin lumbre; toma nuestros corazones que se han preparado anhelando la venida de tu Niño, sean nuestros corazones esa cunita para Él”.


Con estas palabras del Padre Kentnenich queremos ir preparando nuestro corazón para la venida de Jesús. La Navidad bien podría celebrarse como el cumpleaños de Cristo, ¿por qué no?, pero la sabia tradición cristiana nos invita no solo a recordar, si no a repetir cada año ese nacimiento en nuestra mente y en nuestro corazón.


El nacimiento de Jesús es el nacimiento de la esperanza misma, porque después de Él ya no tenemos más nada que esperar. Es el nacimiento de aquél a quién nuestro corazón anhelaba desde siempre, ¡es Jesús! el que da sentido a todas las cosas, el que las hace nuevas.

Y si es Jesús ese “sentido de la vida” prometido desde la creación del mundo, entonces: ¿cómo debemos prepararnos para recibirlo?



En la noche de Belén no había un lugar para recibir al niño Dios, María y José limpiaron con sus manos un sucio establo, lo prepararon con sencillez para la llegada del Mesías.

El pesebre es imagen de nuestro corazón, un lugar aparentemente muy oscuro para Dios, pero que a su vez, con trabajo y humildad puede prepararse para que Él nazca, iluminándolo todo.


"Madre... ¡Regálanos a tu Niño! Esta vez no tomes por cunita un establo frío y sin lumbre; toma nuestros corazones que se han preparado anhelando la venida de tu Niño, sean nuestros corazones esa cunita para Él”.


“Madre, regálanos a tu Niño. Te prometemos que en cada corazón encontrará un lugar cálido. Queremos amarlo y recibirlo como vos lo haces”.


Esta Navidad queremos invitarte a recibir a Dios, prepararle una casa en el corazón. También queremos que el Sanatorio sea una casa digna para Él, ofreciéndole nuestro trabajo, nuestros esfuerzos, alegrías y tristezas. Queremos hacer del Sanatorio una casa para todos, y que al entrar cada persona se sienta también dignificada, con un saludo, con una escucha atenta, con el buen trato. 


Como Maria ordenó el pesebre, le pedimos que ordene nuestro corazón para recibir al niño y para recibir a todos. Le pedimos a María poder recibir al otro como es, recir “la vida como viene”. 


"Madre... ¡Regálanos a tu Niño! Esta vez no tomes por cunita un establo frío y sin lumbre; toma nuestros corazones que se han preparado anhelando la venida de tu Niño, sean nuestros corazones esa cunita para Él”.


“Madre, regálanos a tu Niño. Te prometemos que en cada corazón encontrará un lugar cálido. Queremos amarlo y recibirlo como vos lo haces”.


Madre, vos le ofreces a tu Hijo toda tu ternura, le regalas tu amor y tu espíritu de sacrificio. También nosotros queremos entregarte hoy todas esas virtudes, y queremos abandonar en el corazón de este Niño pequeño nuestra vida entera. 

Madre junto a tu Hijo, regálanos hoy un profundo e íntimo amor a Él.

Bendice a todo el Sanatorio, para que nuestra casa se asemeje al pesebre de Belén, y todos lo que pasen por él salgan bendecidos.

Amén”.


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