Capital de Gracias
Recordemos un evento en la vida de Jesús y María: en las bodas de Caná, frente a la urgencia de la falta de vino, la Virgen pide a los sirvientes: “hagan lo que Él les diga” (Jn. 2, 5). Por su intercesión, Jesús les indica que llenen las tinajas de agua, y Él la transforma en el mejor vino.
En este símbolo se esconde una clave:
Schoenstatt surge de una alianza de amor mutua.
El 18 de octubre de 1914, el P. José Kentenich junto a un grupo de jóvenes, sellan la primera alianza de amor en una pequeña capilla.
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El pedido fue: "Madre, desciende a esta capilla, transfórmala en tu Santuario y desde aquí reparte tus gracias, pero no lo hagas sin nosotros, sin nuestra colaboración… ¡queremos ayudarte, estar a tu disposición!"
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Ellos dijeron: ‘Nos unimos para aportar al Capital de Gracias, rezamos y hacemos sacrificios para hacer descender a la Santísima Virgen. Que Ella elija este lugarcito y desde aquí cumpla
su misión de Educadora."
Más adelante, se acuña una frase que sintetiza todo este proceso:
“Nada sin tí, nada sin nosotros"
En todo el mundo, muchas personas ofrecen su capital espiritual para una misma causa: que la Virgen pida a su Hijo que las transforme en gracias, y que las reparta según las necesidades.
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Así, la vida diaria se va transformando en un diálogo con María, en la medida en que vinculamos todo lo que nos ocurre con el tesoro de gracias del Santuario, aportando a él nuestros ofrecimientos y recurriendo a él en nuestras necesidades.
Nuestra unión con Dios se hace concreta, permanente y se acrecienta al descubrir cuántos pequeños actos de amor podemos regalarle en la vida diaria.
¿Qué ofrecemos al capital de gracias?
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Todo lo que nos cuesta, nuestro esfuerzo, cualquier trabajo.
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En nuestra vida espiritual: la fidelidad a Dios, la vida de oración, obras de caridad, ayuda material y espiritual a los necesitados.
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Renuncias por amor: a gustos personales, servicios desinteresados, regalar nuestro tiempo o descanso.
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En nuestra vida familiar: los actos de amor que mantienen a nuestra familia unida, las alegrías comunes, los pequeños servicios diarios por nuestros padres, hijos, etc.
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En una internación: la incertidumbre, la falta de paciencia, la prolongación de un tiempo no esperado, un diagnóstico inesperado, la alegría de un nacimiento, las pérdidas que no podemos evitar.
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Como personal de salud: la preocupación por la situación de un paciente, la impotencia, el cansancio, el tiempo para la familia, la relaciones con los compañeros.
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También los sufrimientos que otros nos causan, ofrecidos y llevados con amor, son preciosas ofrendas que elevamos a Dios como reparación por nuestros pecados o los de nuestros seres queridos.
Oraciones para ofrecer
nuestro capital de gracias
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Cuanto llevo conmigo, lo que soporto,
lo que hablo y lo que arriesgo,
lo que pienso y lo que amo.
los méritos que obtengo,
lo que voy guiando y conquistando,
lo que me hace sufrir, lo que me alegra,
cuanto soy y cuanto tengo
te lo entrego como un regalo de amor
a la fuente santa de gracias
que desde el Santuario brota cristalina…
para que fructifiquen las obras
que consagramos a la Santísima Trinidad.
Amén.