top of page

15 DE ENERO 2023: Juan 1, 29-34

Actualizado: 4 jul 2023

Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A Él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel». Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”. Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios».

Palabra de Dios


Reflexión:


En el Evangelio escuchamos a Juan el Bautista que, presentando a Jesús al mundo, exclama: «¡He ahí el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo!». El cordero, en la Biblia, y en otras culturas, es el símbolo del ser inocente, que no puede hacer daño a nadie. Jesús es, por excelencia, el Inocente que sufre.

El dolor de los inocentes es algo demasiado puro y misterioso como para poderlo encerrar en nuestras pobres «explicaciones». Jesús (que ciertamente tenía muchas más explicaciones para dar que nosotros) ante el dolor de la viuda de Naím y de las hermanas de Lázaro no supo hacer nada mejor que conmoverse y llorar.

Jesús no vino a darnos explicaciones sobre el dolor, sino que vino a tomarlo silenciosamente sobre sí. A transformarlo desde el interior: de signo de maldición, a instrumento de redención. Del sufrimiento de Cristo brotó la resurrección y la esperanza para todo el género humano.

Pero miremos lo que sucede a nuestro alrededor. ¡Cuánta energía y heroísmo suscita con frecuencia, en una pareja, la aceptación de un hijo discapacitado, postrado durante años! ¡Cuánta solidaridad insospechada en torno a ellos! ¡Cuánta capacidad de amor que, si no, sería desconocida!

Lo más importante, entonces, no es explicar el dolor, ¡es necesario procurar aliviar el que exista! Ante el espectáculo de una niña aterida de frío que lloraba de hambre, un hombre gritó, un día, en su corazón a Dios: «¡Oh Dios! ¿Dónde estás? ¿Por qué no haces algo por esa pequeña inocente?». Y Dios le respondió: «Claro que he hecho algo por ella: ¡te he hecho a ti!».


Autor: P. Raniero Cantalamessa



ree

 
 
 

Comentarios


¿Cuál debe ser la ley de nuestra vida?

Todo por amor, mediante el amor

y para el amor"

Padre J. Kentenich

logoadn (2).png
bottom of page