Domingo 7 de Mayo: Juan 14, 1-12
- Comunicaciones Pastoral
- 4 jul 2023
- 2 Min. de lectura
Poco después, Jesús les dijo a sus discípulos: No se preocupen. Confíen en Dios y confíen también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos. Si no fuera cierto, no les habría dicho que voy allá a prepararles un lugar. Después de esto, volveré para llevarlos conmigo. Así estaremos juntos. Ustedes ya saben a dónde voy, y saben también el camino que deben tomar. Pero Tomás le dijo: Señor, si no sabemos a dónde vas, ¿Cómo vamos a saber qué camino tomar? Jesús le respondió: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Sin mí, nadie puede llegar a Dios el Padre. Si ustedes me conocen a mí, también conocerán a mi Padre. Y desde ahora lo conocen, porque lo están viendo. Entonces Felipe le dijo: Señor, déjanos ver al Padre. Eso es todo lo que necesitamos. Jesús le contestó: Felipe, ya hace mucho tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, también ha visto al Padre. ¿Por qué me dices “Déjanos ver al Padre”? ¿No crees que yo y el Padre somos uno? Y a los discípulos les dijo: Lo que les he dicho, no lo dije por mi propia cuenta. Yo sólo hago lo que el Padre quiere que haga. Él hace sus propias obras por medio de mí. Créanme cuando les digo que mi Padre y yo somos uno solo. Y si no, al menos crean en mí por lo que hago. Les aseguro que el que confía en mí hará lo mismo que yo hago. Y, como yo voy a donde está mi Padre, ustedes harán cosas todavía mayores de las que yo he hecho. Palabra del Señor
Este pasaje del evangelio contiene la respuesta cristiana a la más inquietante de las preguntas humanas. Morir no es disolverse como persona en el gran mar de la Nada... Es en cambio ir a estar con Cristo en el seno del Padre, ser donde Él es. Igual que no se puede describir qué es el color a un ciego de nacimiento o el sonido a un sordo, tampoco se puede explicar qué es una vida fuera del tiempo y del espacio a quien aún está en el tiempo y en el espacio. La vida eterna será sumergirse en el océano del amor infinito, en el cual el tiempo --el antes y el después-- ya no existe. No será un continuo sucederse de días del calendario, sino como el momento pleno de satisfacción. Creo que ésta es la mejor imagen que podemos hacernos de la vida eterna: un instante que desearíamos que no acabara nunca y que ¡no terminará jamás!

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